Ep. 250: 🧠Neurohábitos + 🤫Doritos, como la vida misma
Esta semana episodios en versión original en inglés y doblado a castellano con la neurocientífica Nicole Vignola. Además, te invito a reflexionar sobre el nuevo anuncio de Doritos...
Esta semana nos adentramos de nuevo en al fascinante mundo del cerebro, en concreto a la ciencia de la neuroplasticidad, una capacidad alucinante del cerebro para reconfigurarse y adaptarse a lo largo de nuestras vidas. En el episodio de esta semana vamos a traducir conceptos complejos de la neurociencia en estrategias prácticas que nos permitan liberarnos de patrones negativos y adoptar nuevos hábitos para crear así la vida que queremos.
Para eso he invitado al podcast a Nicole Vignola, neurocientífica y autora del libro Neurohábitos. Nicole desafía la idea derrotista del “yo soy así" con herramientas y conocimiento que muestran cómo podemos tomar el control de nuestra salud mental, superar el autosabotaje y aceptar el crecimiento en cualquier etapa de la vida.
Así que, si sientes que estás atrapada en un mal hábito o simplemente tienes curiosidad por la ciencia del crecimiento personal y cómo reprogramar tu cerebro para alcanzar el máximo bienestar mental, aquí tienes una hoja de ruta para liberar todo el potencial de tu cerebro.
Episodio disponible también en versión original en inglés:
😵💫 “Más crujientes, más ruidosos”, y la crisis de la convivencia 😵💫
Como lo lees. Este es el claim del nuevo anuncio de Doritos protagonizado por una famosísima influencer. Hace unos días se hizo viral (esa era idea, evidentemente) el vídeo de dicha influencer recibiendo una reprimenda en el cine por "hacer demasiado ruido" al comer. Estaba comiéndose una bolsa de Doritos. Si has ido hace poco al cine es probable que hayas tenido que disfrutar de la película con la banda sonora adicional de alguien masticando con ansia y sin ningún cuidado ni decoro cualquier cosa, porque les falta vender cochinillo asado en los cines.
Dejemos a un lado las consideraciones sobre el anuncio, porque ciertamente si lo analizamos desde el punto de vista marketiniano es un diez: influencer + video viral = éxito de la campaña.
Lo que me gustaría es hacer una reflexión más profunda sobre cómo este anuncio es realmente un reflejo de la sociedad en que nos hemos convertido. Quiero abrir un debate aquí, también lo haré en Instagram, porque el ruido, el que molesta, el que se hace a sabiendas de que molesta, es una de mis luchas. Me da igual que sea en el cine masticando, o en una terraza teniéndote que fumar el cigarro del de la mesa de al lado, o en casa sin poder estar en silencio.
En la sociedad actual, el ruido no solo es omnipresente, sino que aunque sea a costa de molestar al otro, parece ser la lógica que rige nuestras relaciones interpersonales y nuestra interacción con el espacio público.
En su claim Doritos no solo vende un snack, sino que encapsula de manera casi brutal una tendencia antropológica y filosófica contemporánea: el triunfo del ruido sobre el silencio, del individuo sobre la comunidad, del impacto sobre la armonía.
Byung-Chul Han advierte en sus obras que vivimos en una época marcada por la sobresaturación de estímulos, donde el silencio se ha convertido en un bien escaso. En este contexto, se ha generado un espacio social donde lo molesto ya no se percibe como una transgresión, sino como un derecho. El derecho a expresarse se ha absolutizado hasta el punto de anular la posibilidad de la escucha.
En términos antropológicos, esta exaltación del ruido es también una manifestación de lo que podríamos llamar la crisis de la convivencia. Si en las sociedades tradicionales existían rituales y normas que regulaban el comportamiento en función del bien común, en la sociedad actual todo vínculo se ha reducido a una cuestión de derechos individuales. Ya no existe el tabú del ruido porque el ruido ha sido privatizado: si algo me divierte, si algo me beneficia, si algo me da placer inmediato, entonces su impacto en los demás es irrelevante.
Este fenómeno tiene profundas consecuencias. Si el ruido es la norma, si la molestia del otro se banaliza, si la convivencia se reduce a la coexistencia de egos que se ignoran o compiten por ser más visibles, ¿qué queda del espacio común?
Así, el ruido se convierte en un síntoma del individualismo extremo, de la imposibilidad de generar una comunidad basada en la empatía y el reconocimiento del otro. Frente a esta deriva, la respuesta no es la censura ni la represión del ruido, sino la revalorización del silencio, del espacio compartido, de la escucha.
En un mundo donde el ruido es sinónimo de felicidad, el verdadero acto revolucionario puede ser el de callar, el de ceder espacio, el de recordar que la convivencia no se construye sobre la acumulación de estímulos, sino sobre la capacidad de hacer del mundo un lugar habitable para todos.
Te leo, gracias por compartir.
Hasta la semana que viene. Abrazo fuerte,
Jana
Querida Marian, gracias por tu comentario, todo sería mucho más sencillo (y barato) si nos buscáramos esos espacios de calma que dices :-)
Gracias Cris!